lunes, 4 de octubre de 2010

Arlequín


Por Diana G. Candelaria

No juegues a colores vida mía
porque lastimas en grises, sus miradas tibias.
Niegas el aliento en cada flor regalada
mi trágico arlequín en desgracia,
el que sufre y el que amenaza
con dulce y agonía mientras a todas nos amas.



No te juzgo, te doy mimo
deja la puerta abierta para salir despacito.
¿Qué hago en tus senderos, infausto arlequín?
Estoy entre ellas en la fila que conduce a tu piel y alma,
observando en la obscuridad con un símil de coraza.


Entre tus vacíos y mis llenos
entre tus cromas y mis versos.
Ya no quiero compartir el cielo y los infiernos,
delego a ellas que han llenado tu buzón de textos bellos.


A tu cama no vuelvo,
se lo digo al cuervo,
él me mira y tú estás lejos.
Te necesito nunca lo diré,
ternura y miedo esconderé.


Te necesito en mis no-corduras
ya lo grité.
Mis manos acarician tu ausente pecho de compartida miel,
triste arlequín que besas a cien.
Al amante que amé,
al amor que no confesé.


Eres tú pérfida vida mía,
lealtad de mi alma ahora fría.
Si me sabes hacer el amor
¿Porqué, entonces, no me lo brindas?



Al amor que vistió a Frida y al compartido Rivera.

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