Síana nutre de cerezas y manzanas
los roces del encuentro.
Síana cubre de sonrisas cada movimiento.
Síana se desliza cauta y hace nacer un regocijo
desde la noche de sus piernas,
un amanecer de solares senos,
para redimir un deseo:
¡Aquí estoy! ¡lléname de fuego!
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